Maximiliano también vino de lejos....
No era de esta tierra. Que al final la hizo suya, eso que ni qué. Él, eterno enamorado de México. Vino de muy, muy lejos. Bueno, no vino solamente así. Lo fueron a traer. Y vino. Gustoso vino. Y con él su bella esposa Carlota. Cómo va usted a creer. Dos reyes en México. Llamábanles emperador y emperatriz. Qué hermosos eran. Pero no eran de aquí. Y por eso muchos no los querían. Pero muchos sí que sí los quisieron. Y eso fue como un cuento. Un feliz cuento al principio. Todo fue miel y rosas. Los recibieron muy bien las gentes de sociedad. Y muchos los quisieron. Todos estaban emocionados porque teníamos emperador. Oh, sí, emperador y emperatriz, como en otros bellos países, ricos y poderosos. Pero no eran de aquí. Ah, pero se hicieron de aquí. Él hizo suya la ciudad capital y también la campiña en Cuernavaca. Y ella, pues ella, era la reina emperatriz de esta tierra. Lástima. Al final todo se perdió. Fue algo tan bello como para ser verdad. A él lo mataron y a ella le quitaron la cordura...
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