Gruesas lágrimas brotaban de los bellos ojos del príncipe emperador. Y frente a él, el teúl. Cuasi un dios, el capitán español. Cortés veía la hermosa figura del joven príncipe. Él, el gran guerrero azteca, humillado y derrotado, le dirigía sus palabras. Su mandíbula tornase rígida y los ojos vidriosos. Lloraba. Lloraba y al mismo tiempo hablaba. Cortés no le entendía. Los soldados españoles le detenían por los brazos. Y un esclavo negro en tremenda prisa le ataba los pies con una gruesa soga. La soga apretaba los sagrados pies que calzaban sandalias de rey, hechas de piel de venado. Los otros príncipes guerreros que a él le acompañaban corrían la misma suerte. El mismo tratamiento. Presos al fin. Botines de guerra. Los últimos hombres del linaje Tenochca-Tlatelolca. Rodeados de gruesos contingentes de soldados y guerreros enemigos. Sus mujeres, esposas, madres y hermanas, reinas y princesas, que al final con ellos se habían quedado, a gritos lloraban. Veían a su rey príncipe emperador humillado, atado y vencido frente al capitán español.
México, la Gran Tenochtitlan desaparecía....
domingo, 7 de junio de 2015
sábado, 6 de junio de 2015
Maximiliano también vino de lejos
Maximiliano también vino de lejos....
No era de esta tierra. Que al final la hizo suya, eso que ni qué. Él, eterno enamorado de México. Vino de muy, muy lejos. Bueno, no vino solamente así. Lo fueron a traer. Y vino. Gustoso vino. Y con él su bella esposa Carlota. Cómo va usted a creer. Dos reyes en México. Llamábanles emperador y emperatriz. Qué hermosos eran. Pero no eran de aquí. Y por eso muchos no los querían. Pero muchos sí que sí los quisieron. Y eso fue como un cuento. Un feliz cuento al principio. Todo fue miel y rosas. Los recibieron muy bien las gentes de sociedad. Y muchos los quisieron. Todos estaban emocionados porque teníamos emperador. Oh, sí, emperador y emperatriz, como en otros bellos países, ricos y poderosos. Pero no eran de aquí. Ah, pero se hicieron de aquí. Él hizo suya la ciudad capital y también la campiña en Cuernavaca. Y ella, pues ella, era la reina emperatriz de esta tierra. Lástima. Al final todo se perdió. Fue algo tan bello como para ser verdad. A él lo mataron y a ella le quitaron la cordura...
No era de esta tierra. Que al final la hizo suya, eso que ni qué. Él, eterno enamorado de México. Vino de muy, muy lejos. Bueno, no vino solamente así. Lo fueron a traer. Y vino. Gustoso vino. Y con él su bella esposa Carlota. Cómo va usted a creer. Dos reyes en México. Llamábanles emperador y emperatriz. Qué hermosos eran. Pero no eran de aquí. Y por eso muchos no los querían. Pero muchos sí que sí los quisieron. Y eso fue como un cuento. Un feliz cuento al principio. Todo fue miel y rosas. Los recibieron muy bien las gentes de sociedad. Y muchos los quisieron. Todos estaban emocionados porque teníamos emperador. Oh, sí, emperador y emperatriz, como en otros bellos países, ricos y poderosos. Pero no eran de aquí. Ah, pero se hicieron de aquí. Él hizo suya la ciudad capital y también la campiña en Cuernavaca. Y ella, pues ella, era la reina emperatriz de esta tierra. Lástima. Al final todo se perdió. Fue algo tan bello como para ser verdad. A él lo mataron y a ella le quitaron la cordura...
viernes, 5 de junio de 2015
Aunque ande en valle de sombras
Ellos vinieron y tocaron fuertemente la reja en la calle. Me asomé por la ventana y vi quiénes eran. Bajé y abrí la puerta de la casa. Di otros pasos y entonces abrí la reja. Ya frente a frente, yo mudo. Uno de ellos dijo: "Vinimos por tí. Sabíamos que estarías aquí". Me dió un fuerte golpe en la cara con un arma que traía bajo su chamarra. Me estremecí del golpe y casi caigo. Me tomaron de los brazos y me dirigieron a su vehículo...el infierno comenzaba.
Mientras sufría la tortura por parte de mis captores pensaba en tí. Pensaba mucho en tí. En medio del terror de la tortura mi mente estaba en tí. Y no sólo en tí, sino en mis hijos. Y en cualquier momento estaba seguro de que sucumbiría. Ellos ya lo habían afirmado. Me iban a matar. No amanecería. Tal cual, no vería más la nueva luz del día. Imposible sobrevivir a la amenaza y a la tortura. Uno o dos días o tres días desde que me agarraron. Qué horror.
Ése que le decían "Marianito" desde un inicio no se cansó de pegarme. Ah, que sí, era un total enfermo el tipo. Que digo enfermo, psicópata malnacido. A puro puño limpio me tuvo. Y yo, siempre amarrado, representaba sólo un mísero costal de papas recibiendo tremenda tunda. Y aquel, sí que disfrutaba darme castigo el tipo. Ay, que Dios le perdone al infeliz. Le recuerdo bien, tenía su cara como de perro. Ay, que me disculpe tan noble animal por tan baja comparación. Pero cómo me dió. Hubo momentos que mi cuerpo ya no resistió. De tanto dolor me perdí. Me perdí o me morí. Tal vez, de seguro me morí. Era mucho el dolor. Sí, yo creo que me morí porque sino no sé como aguanté tanto. Que dolor y que frío.
"Y aunque ande en valle de sombras ..."
Mientras sufría la tortura por parte de mis captores pensaba en tí. Pensaba mucho en tí. En medio del terror de la tortura mi mente estaba en tí. Y no sólo en tí, sino en mis hijos. Y en cualquier momento estaba seguro de que sucumbiría. Ellos ya lo habían afirmado. Me iban a matar. No amanecería. Tal cual, no vería más la nueva luz del día. Imposible sobrevivir a la amenaza y a la tortura. Uno o dos días o tres días desde que me agarraron. Qué horror.
Ése que le decían "Marianito" desde un inicio no se cansó de pegarme. Ah, que sí, era un total enfermo el tipo. Que digo enfermo, psicópata malnacido. A puro puño limpio me tuvo. Y yo, siempre amarrado, representaba sólo un mísero costal de papas recibiendo tremenda tunda. Y aquel, sí que disfrutaba darme castigo el tipo. Ay, que Dios le perdone al infeliz. Le recuerdo bien, tenía su cara como de perro. Ay, que me disculpe tan noble animal por tan baja comparación. Pero cómo me dió. Hubo momentos que mi cuerpo ya no resistió. De tanto dolor me perdí. Me perdí o me morí. Tal vez, de seguro me morí. Era mucho el dolor. Sí, yo creo que me morí porque sino no sé como aguanté tanto. Que dolor y que frío.
"Y aunque ande en valle de sombras ..."
martes, 2 de junio de 2015
Y nos sigue lloviendo, lloviendo...y lloviendo en la Ciudad
Y nos sigue lloviendo....
Llueve y llueve. Llueve mucho. Y nos llueve por todas partes. Esta lluvia no perdona. Todos nos mojamos. Y de tanto llover ya nos choca tanta agua. Llueve por aquí y llueve por allá. La ciudad se inunda. Se inundan las calles y las colonias. Y la lluvia crea torrentes y con los torrentes se van las cosas. Es decir, de tan fuertes las lluvias las corrientes de agua arrastran muchas cosas. Sillas, mesas, sillones y salas, colchones y edredones. Ahí van, en medio del agua. Y asimismo, una que otra mascota, un perro, un gato, un perico. Todo arrastra el agua. Tan es así que carros y casi casas completas se lleva. Ya no caben tantas cosas. Rio San Joaquín, Río de los Remedios, Río Tlalnepantla, Río Amecameca y Río Churubusco. Son grandes rutas llenas de agua y de cosas. La ciudad se inunda. Y al mismo tiempo se hunde. No es por demás que las calles son canales vivos de gente y cosas. Como un gran barco, como un gran acorazado, en medio del agua, la ciudad se va de uno y otro lado y se hunde. En esta gran cuenca, en este gran valle. Llueve y llueve. Y no para de llover...
Dicen que a Don Diego, el de la tienda, se lo llevó el agua. Hace dos días. Pobre Don Diego, murió ahogado, seguro. Aún no lo encuentran. Y su mujer y sus hijos, qué pena. Están muy atormentados de no saber de él...
Resulta que en Indios Verdes las coladeras en vez de estar absorbiendo el agua la escupían a borbotones. Se reportaron varios autos varados y cientos de gentilciudadanos nadando entre las avenidas tratando de salvar la vida y sorteando el líquido asesino.
Y en Izcalli se reportaron varias colonias bajo el agua. No era mentira cuando los profetas vaticinaron que las ciudades desaparecerían bajo el vital líquido. Nuestra Atlántida moderna, Izcalli.
Llueve y llueve. Llueve mucho. Y nos llueve por todas partes. Esta lluvia no perdona. Todos nos mojamos. Y de tanto llover ya nos choca tanta agua. Llueve por aquí y llueve por allá. La ciudad se inunda. Se inundan las calles y las colonias. Y la lluvia crea torrentes y con los torrentes se van las cosas. Es decir, de tan fuertes las lluvias las corrientes de agua arrastran muchas cosas. Sillas, mesas, sillones y salas, colchones y edredones. Ahí van, en medio del agua. Y asimismo, una que otra mascota, un perro, un gato, un perico. Todo arrastra el agua. Tan es así que carros y casi casas completas se lleva. Ya no caben tantas cosas. Rio San Joaquín, Río de los Remedios, Río Tlalnepantla, Río Amecameca y Río Churubusco. Son grandes rutas llenas de agua y de cosas. La ciudad se inunda. Y al mismo tiempo se hunde. No es por demás que las calles son canales vivos de gente y cosas. Como un gran barco, como un gran acorazado, en medio del agua, la ciudad se va de uno y otro lado y se hunde. En esta gran cuenca, en este gran valle. Llueve y llueve. Y no para de llover...
Dicen que a Don Diego, el de la tienda, se lo llevó el agua. Hace dos días. Pobre Don Diego, murió ahogado, seguro. Aún no lo encuentran. Y su mujer y sus hijos, qué pena. Están muy atormentados de no saber de él...
Resulta que en Indios Verdes las coladeras en vez de estar absorbiendo el agua la escupían a borbotones. Se reportaron varios autos varados y cientos de gentilciudadanos nadando entre las avenidas tratando de salvar la vida y sorteando el líquido asesino.
Y en Izcalli se reportaron varias colonias bajo el agua. No era mentira cuando los profetas vaticinaron que las ciudades desaparecerían bajo el vital líquido. Nuestra Atlántida moderna, Izcalli.
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