viernes, 24 de julio de 2015

Mi tía Tela

Ay mi tía Tela. Cómo la extraño. Hace muchos años, ella y yo eramos dos. Mi tía Tela. Fue como mi segunda madre. Me aconsejaba, me guiaba y me regañaba. Cómo siento su ausencia. Cómo reíamos y platicábamos. Por ella aprendí muchas cosas. A bailar, a tejer, y a escondidas de papá, a fumar y a tomar cerveza. Mi amiga, mi tía Tela. Le decíamos Tela porque se llamaba Estela. Estela Marcelina. Y porque le gustaba más el nombre de Estela muy pocos supieron que también era Marcelina. Ahora, allende el tiempo, cuánta cuenta me doy de lo valiosa que era. Era sabia. De pensamientos profundos. Cuántas veces me advirtió de un hombre o de otro, y no se equivocaba. De uno me decía "hija, este es un canalla, te lastimará mucho un día". De otro me advertía "hija, este no es bueno, en muy malos pasos está". Y desafortunadamente, siempre le atinaba. El uno el corazón me rompió porque habiendo embarazado a otra inocente doncella, a casarse le obligaban. El otro, muy hábilmente supo ocultar una vida aparte que tenía. Ay mi tía Tela. Y de aquel que me decía "hija, éste es el bueno, ¡¡ cásate !!" Yo a ése bien no le quería.

Mi tía Tela. El tiempo la venció. Y no sólo el tiempo sino la enfermedad. Fatídico el día en que por accidente resbaló y a efecto de gravedad por la escalera cayó.  Postradita en su cama. Sus últimos días triste los pasaba. Cómo sufrimos todos. Ella, papá y yo. Un día, en que llevándole su desayuno, en cama, semidormida. Fuerte respiraba. De pronto, la cabeza de lado se quedó. Ahí acabó. Mi tía Tela.

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