viernes, 25 de julio de 2014

Temporada de lluvias en la Ciudad de México, 2014.

Varios siglos de desecación del valle y la laguna se niega a perecer y más aún, a desaparecer.
Que en lo que a mí respecta, esta temporada de lluvias no cesará jamás. No es Tláloc el causante de tales tormentas, ni es el fenómeno del "Niño". Es algo más. Es como si el Valle de México abriera una profunda garganta y succionara desde el centro de la tierra  y con inigualable fuerza natura hacia sí la humedad del cielo convertida en gruesas y tupidas gotas de lluvia, que en el día a día, se vuelven eternas. Terrible fuerza de gravedad de la tierra hacia el cielo.  Y nosotros, los habitantes de esta metrópoli no alcanzamos a acostumbrarnos a tan intensas lluvias durante muchos días.

Otra hubiera sido la historia si Hernán Cortés bien hubiera abandonado su empresa de conquista sobre la Gran Tenochtitlan. El gran lago viviría completo y vasto entre las serranías. Un gran espejo sobre el valle. Creciendo día a día. Alimentándose del ciclo eterno del agua. Imaginar que hoy la gran ciudad estaría asentada sobre las serranías, como en un flotar de concreto y asfalto en las alturas.

La temporada de lluvias nos invade, como un gran y furioso ejercito de nubes, hielo y agua. Nos recuerda que el hombre, aún en el siglo XXI, no es el que manda. Quien dirige es la Madre Naturaleza...